En cuerpo ajeno

El eventual regreso del Cúcuta Deportivo a la competencia es una noticia que indudablemente nos alegra a todos. El equipo representa hace más de 90 años el sentir de una ciudad, la idiosincrasia de su gente y nos permite ser reconocidos a nivel mundial por múltiples sucesos vividos a lo largo de esta historia. Muchos hombres se han vestido de rojo y negro, diferentes ciudades han adoptado la institución y se ha estado en el cielo de las fases finales de la Copa Libertadores y el infierno de la liquidación tras una nefasta administración. Esta hinchada ya tiene el cuero duro y con cicatrices suficientes para tener claro lo que está bien y lo que está mal.

Volver en manos de quien hundió, humilló y pisoteó la historia, la honra y el buen nombre de la ciudad le resta euforia a la felicidad que se produce al saber que muy pronto volverá a rodar el balón. Independientemente de la sanción impuesta por mal administrador y mal tipo, la participación accionaria mayoritaria del equipo sigue estando en las mismas manos y con el padrinazgo oscuro de una parte de las altas esferas del fútbol profesional colombiano, donde todos se arropan con la misma cobija. Ante eso se debe seguir luchando, sin dar el brazo a torcer y con posiciones institucionales férreas como las que pusieron contra las cuerdas legales y jurídicas a quien se creía intocable. La justicia cojea, pero llega y deberá seguir llegando en la medida que el modus operandi sea el mismo.

En los pasillos del estadio se dice que Eduardo Silva Meluk será el presidente el equipo, quien representará los intereses del accionista mayoritario y quien seguramente deberá hacer cumplir los deseos particulares que le caracterizan al dueño del 65% de la institución motilona. Silva Meluk tendrá una dura prueba. Deberá demostrarle al país y al mundo que es un dirigente serio, correcto y que no se prestará para ningún tipo de trampa e irregularidad, como las que se vivían diariamente en la administración anterior. Como dirigente, tuvo buen suceso en Medellín y Millonarios y además escribió un libro donde cuenta múltiples anécdotas de gestión deportiva exitosa, acciones que ojalá le permitan repetir y no se vean truncadas por el deseo de convertirlo en un títere sin capacidad de maniobra.

Cada loro en su estaca. Que al que sabe de administración deportiva lo dejen trabajar y que los que ya demostraron incompetencia, incapacidad y falta de liderazgo se mantengan al margen a la espera de utilidades económicas, que finalmente siempre ha sido lo único que les ha importado. La estructuración de un proyecto serio, con buena comercialización, taquillas garantizadas y procesos en divisiones menores de la mano de gente experta es el coctel que necesita una institución próxima a cumplir 100 años y que infortunadamente sigue luchando contra mercenarios del balón y no se ha podido dedicar a brindar alegrías, generar empleo y brillar con luz propia.