Hoy: Mar, marzo 25 2025

TU LUCHA TAMBIÉN IMPORTA

Hoy quiero hablar de las luchas personales, esas que implican un esfuerzo íntimo para resistir y alcanzar lo que soñamos a diario. Las luchas de las que nadie habla, incluso de las que no somos conscientes las mismas mujeres, pero que impulsan las grandes movilizaciones del 8M. Quizás todas vivimos este día de forma distinta, pero reconocemos en la historia la lucha por la conquista de nuestros derechos. Sin embargo, no todas somos conscientes del aporte que tienen nuestras luchas personales en la configuración de esa historia.

 

Hemos batallado con la etiqueta de cuidadoras naturales. Se nos ha asignado una fuerza especial para aguantar y soportarlo todo. Entonces, si llega el dolor lo aliviamos, donde haya caos que la mujer ponga la calma y si hay que callar, callamos. En vano no es el rol asignado a las reinas de belleza o a las primeras damas, siempre tan cerca del que sufre para compadecer su dolor y ser alivio en las buenas causas. Representaciones de la mujer con las que todas hemos batallamos porque a veces quienes quieren ser comprendidas en su dolor somos nosotras. La carga del cuidado (asumido mayoritariamente por nosotras en el mundo) trae consigo desgaste físico, pero sobretodo, emocional, una sensación de cansancio constante y sentimientos de depresión sin ni siquiera saberlo. Felicitarnos por nuestra labor de cuidado sin intención de redistribuir las tareas no es necesariamente reconocer nuestro rol, es un impulso al aguante sin remuneración. Es seguir asumiendo la naturaleza de cuidado que se supone, viene con nosotras, delicadas como las rosas que ayer se repartieron en nuestro nombre.

 

Luchamos en las organizaciones, en la política, en los medios. Sonreímos ante comentarios inapropiados porque salir corriendo no es opción para muchas. Aguantamos para “estar a la altura”, callamos los problemas de casa o los anhelos de ser madres para no obstaculizar la carrera o encajar en la idea de trabajadora comprometida para obtener el puesto. Usamos tacones fingiendo comodidad para representar a la institucionalidad como se merece, ojalá siempre maquilladas y sin usar colores llamativos, guardar la compostura con el jefe o cargarle la maleta si es el caso. Llevar la contraria no está bien visto, ojalá siempre sonrientes para crear un espacio armónico que es lo que se espera en el equipo de trabajo y evitar proponer cambios bruscos porque si es joven, seguramente usted no sabe cómo funciona el mundo. Si la llama el jefe tres veces al día ya seguramente algo hizo para llamar la atención y si se ríen juntos, es su culpa por seguir la corriente. Ese jefe que tal vez ayer envió tarjetas y regalos, que seguro compartió un ponqué en nombre de todas pero la primera pregunta que le hizo en la entrevista fue si tenía familia y en qué universidad estudió.

 

Si lidera procesos comunitarios, ocupa cargos de liderazgo o pretende llegar a un cargo público, ojalá tenga siempre un buen respaldo que la cubra o será blanco de críticas por descuidar su rol de esposa, madre, hija. Su cuerpo será blanco de ataques tanto si cumple con los estándares de belleza aceptados socialmente como si no. Será cuestionable su mérito y su forma de vestir, incluso la de hablar. Aguante chantajes y manipulaciones, chismes, intromisiones en su vida privada, aguántese porque así es la hostilidad en el mundo público o regrese puertas adentro, donde debería estar. No pretenda ni siquiera pedir respeto por su vida privada porque encontrarán todos los argumentos posibles para justificar la violencia.

 

Las mujeres también luchamos para sanar y comprender lo que nos duele sin decir que los hombres no lo hacen. Para el año 2021, después de meses de confinamiento, el reporte de las líneas de atención en salud mental destacaba una mayor consulta por parte de las mujeres y no es coincidencia que esto suceda justo cuando las familias permanecen encerradas. Resignificar nuestro rol en el mundo pasa por hacer las paces con nuestra historia familiar. Entender a nuestros cuidadores y a quienes cuidaron de ellos para encontrar la causa de los abusos de poder por un lado y perdonar también a quienes permitieron que sucediera. Con el entendimiento viene la oportunidad de desaprender sobre las relaciones desiguales para configurar nuestra propia historia, para alejarnos de relaciones malsanas, poner límites y no depender de sustancias, personas y ambientes dañinos. Es sin duda la lucha más desafiante pero la más necesaria.

 

Luchamos con una de estas realidades o con todas a la vez. Elegimos (cuando podemos) nuestro lugar en la sociedad, pero en todos los casos enfrentaremos una lucha distinta y solo cuando vivir libres deje de implicar un desafío, la conquista por la igualdad dejará de llenar calles y titulares cada 8 de marzo. Por eso, tu lucha también importa.

Melina Moncada

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