Hoy: Dom, mayo 18 2025

EL AUTOSABOTAJE, LAS COLAS Y EL HAMBRE EN LA CULTURA DE NORTE DE SANTANDER

Como sé que me estoy metiendo en terrenos sagrados, donde los mapas de tu mente pueden marcar destinos diferentes, entonces salvo este pequeño escrito contándote el final: a veces tú escoges las personas y las batallas sin que te des cuenta, basado o basada en tus archivos mentales. Así que mientras lees, quiero que recuerdes primero los buenos momentos que has vivido con los tuyos y vivas de nuevo la experiencia; segundo, que te vayas al futuro imaginando en quién te convertirás con los mayores detalles posibles (abro este paréntesis para contarte luego o que me cuentes, el cómo lo quieres hacer) y tercero y último, el momento presente, y analices qué haces en este momento en tu rutina diaria en cuanto a acciones y pensamientos.

Hace unos días salí a mi rutina casi diaria de ejercitar el cuerpo un poco amorfo para los de afuera, perfectamente esculpido para los que me quieren y en completo y agradecido mantenimiento por mí. Un cuerpo que va por un camino recorrido por los años, los buenos y malos hábitos mezclados con la herencia y el ADN familiar, bastante agobiado por 58 minutos de ejercicio intermitentes, exigentes y traicioneros, ya que solo había quemado algunas calorías, no las que yo quisiera; y me dirigía a mi casa con varias sensaciones de placer y de dolor. Placer que sentía en medio del dolor muscular por saber que pude quemar algunas calorías, que en medio de las jugadas de contar las series y de intentar autoengañarme, a veces conseguía terminarlas con éxito y a veces simplemente mi mente se derrumbaba. Y eso me recuerda otro momento de mi vida en el que pasaba del trabajo en una empresa privada como ingeniero a un trabajo social en donde era asesor empresarial. Una de las primeras tareas que tuve fue irme un sábado a crear una asociación de desplazados en un barrio de estrato 1 de la ciudad.

Me fui con mi plan teórico en la mente sin ninguna variable externa que no pudiera controlar. Llegadas las 10 de la mañana el ambiente estaba tan tenso y violento que terminaron algunas personas agrediéndose física y verbalmente por el supuesto poder que se tenía al ser presidente de la asociación; ignorante, observaba con nervios y temor cómo el control de la reunión lo estaba perdiendo sin poder saber cómo intervenir para calmar los ánimos. ¡Cálmese! Atiné a decirle a la señora, pero comprendí en ese momento que la palabra ‘cálmese’ era como un gatillo en un arma y, dispuesta a seguir la contienda cegada por la rabia y la supervivencia, la señora continuó su batalla. ¿O tal vez me faltó un tono más fuerte? No lo supe realmente.

En ese preciso momento pude recordar un pasaje de mi temporada como jefe de planta cuando tenía a mi cargo 12 empleados y alrededor de 40 volqueteros y por un turno de la fila para llevar un viaje de asfalto, estuvimos a punto de observar y estar en el preciso momento frío y oscuro de una muerte. Las emociones de las personas están ligadas profundamente al comportamiento, y la supervivencia hace que podamos pasar de humanos pensantes y solidarios a la depredación por un interés propio.

Y es que, en este, como en muchos otros casos, hay que hablar de la cultura de tolerancia y de empatía con los demás, ser honestos y saber cuál es mi turno en la larga cola de la vida, porque por más saltos que quieras dar, lo único que provocarás es ira y desigualdad. Siempre en la cola hay uno detrás y adelante.

Retomando mi junta de la asociación, como soy un hombre de fe, a esa hora llegaron los refrigerios y ocurrió la multiplicación de los pasteles de garbanzo como un verdadero milagro.  Una hora después se me acercan las señoras; una con un ojo morado y la otra con grandes rasguños, con mucha vergüenza y curiosamente reconciliadas y ganadoras, a pedirme excusas y a darme las gracias por los pasteles porque no habían desayunado.

De la junta sé que querían poder, pero se dieron cuenta de que había que trabajar y algunos renunciaron. Desde ese día supe de primera mano que “el hambre genera violencia” y que el poder es como el hambre, que a veces le gana el ojo al estómago.

De mi rutina y mis batallas solo sé que ya pasaron, que vienen más y que quiero elegir cada vez más en dónde quiero sentir dolor y para qué lo deseo sentir. Por más autosabotaje que quiera hacerme, soy el único dueño de lo que quiero hacer y el responsable de mis triunfos y derrotas. ¿Cuál es tu rutina? ¿será que te cuelas en las colas? O, ¿que el hambre te juega una mala pasada? Y finalmente, ¿solo vas por la comida del día?

Jose Luís Ramírez -Ingeniero y Msc prospectiva y pensamiento estratégico - Gerente cluster Nortic, Director Futures - Trainer en coaching y pnl

164 comentarios en “EL AUTOSABOTAJE, LAS COLAS Y EL HAMBRE EN LA CULTURA DE NORTE DE SANTANDER”

    1. Excelentes palabras, que dejan una gran reflexión. Todos vivimos constantemente una serie de experiencias de la que siempre hay que sacar la mejor enseñanza.

  1. Gracias Dr.Jose Luis, es innegable que nuestra experiencia de vida en todo sentido, nos forja bien sea para bien o para mal, y qué no solo es él hambre física genera la violencia, sino además el individualismo de las personas conviertendolas en peliadores de estomago.

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