Hoy: Lun, marzo 17 2025

El hombre que es un pueblo

Todos hemos oído escuchar una y mil veces el nombre de Gaitán, creemos conocer su mito y le hemos visto cientos de veces en los billetes de mil pesos. Y en estos tiempos de turbulencia y de cambio, creo que es necesario que conozcamos su pensamiento, aunque solo sea un destello de la inmensa grandeza de ese hombre.

Jorge Eliécer Gaitán Ayala, moría el 9 de abril de 1948 a las 2:05 de la tarde tras ser impactado por tres balas de revólver. Juan Roa Sierra, quien disparó contra el caudillo, moría poco después al ser linchado por la multitud, mientras sus acompañantes escapaban del lugar sin ser vistos. La familia de Gaitán, después de realizar investigaciones durante varias décadas, sostiene que quienes escapaban del lugar eran agentes de la C.I.A.

Esto es importante, pues la muerte de este hombre desencadenaría la etapa conocida como “La Violencia”, la cual se ha extendido en forma del actual conflicto armado, y ha sumido a Colombia en una espiral de retraso social, político y económico.

Todos le recordamos por haberle hecho comprender al pueblo lo importante que es y el potencial de lucha, de esfuerzo que tiene. A la oligarquía le interesa y le conviene que el pueblo sea flojo, que no asuma su destino con sus propias manos, sino que esté mendigando de los poderosos que le regalen las cosas, como cuando un perro le mendiga las sobras de la comida a su amo. Así pueden tenerlo esclavizado eternamente mientras espera con la mano tendida que le hagan favores.

No le echemos siempre la culpa a los demás, ni a otras personas. Nosotros tenemos que reconocer que somos responsables de nuestro destino en todos los campos de la existencia: en lo personal, en lo familiar y en lo colectivo.

De pronto, una de las cosas menos recordadas, pero más visionarias de su pensamiento, fue aquella de destruir la “Democracia Representativa”, y reemplazarla por una democracia directa, que ha sido el ideal pretendido durante más de un siglo por los demócratas colombianos, quienes no han podido completar su labor, pero sí han dado pasos en esa dirección, como el cambio hacia una democracia Participativa en la Constitución de 1991.

De Gaitán podemos recordar una intervención en la cual decía:

“Lo que queremos es la democracia directa, aquella donde el pueblo manda, el pueblo decide, el pueblo ejerce control sobre los tres poderes de la democracia burguesa: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial y que, además, garantice la equidad en el aspecto económico. Allí donde el pueblo es el pueblo, el pueblo ordena y ejerce un mandato directo sobre y en control de quienes han de representarlo. Todo esto exige trabajar honda y apasionadamente en el cambio de una cultura, que despierte en el pueblo voluntad para regir directamente sus destinos y exige un profundo cambio constitucional para disponer de una Constitución acorde con la necesidad de un mandato popular directo sobre los destinos de la patria, que elimine los filtros que la democracia burguesa establece y defiende”.

Son reveladoras sus palabras, pues nos orientan hacia una verdad que no se puede negar si nos denominamos “Demócratas” y es aquella de reconocer que en los sistemas electorales solo se llega a la realización y a la verdadera democracia en el momento en el que la población participa activamente, en la que no solo vota más del 80% de la población, sino que se realizan los verdaderos hitos democráticos que la oligarquía tanto se ha esforzado en ocultar, tales como lo son la veeduría ciudadana, el gobernar de acuerdo a las leyes, la obligación de cumplimiento y la más importante, que los griegos señalaban como el pilar máximo de la democracia: el poder sacar a los gobernantes en cualquier momento que el pueblo quiera. Los griegos decían con total claridad que “Democracia no es elegir quien nos gobernará, sino quien no gobernará ni un instante más”.

A los 73 años del magnicidio de Gaitán, como pueblo aún no hemos comprendido la importancia de sus palabras y estamos lejos de poner en práctica sus propuestas… Más como ciudadanos debemos realizar un papel socializador y de enseñanza, ser maestros con la voz y el ejemplo a nuestros compañeros, vecinos, familiares y camaradas. Es posible un cambio, una reforma, un rojo amanecer que lleve a la realidad el lúcido sueño del Caudillo del Pueblo.

Juan Esteban Ardila

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