En voz alta: Salud y discernimiento

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Agradezco de antemano la oportunidad de poder abrir, con mis escritos, un pequeño espacio de conversación en el que no tengamos que detenernos solo en las noticias del día o en la indignación que ellas nos producen (no digo con esto que no valga la pena hablar de estos temas, pero creo que de ellos se deben encargar personas que saben y se dedican a ellos). Por eso decidí, después de pensarlo mucho, que este espacio debo dedicarlo a temas que atraviesan mi cotidianidad y que quizás, desde mi condición, les puedan resonar.

El punto es que mi vida la he tenido que construir desde otras bases: mi cuerpo ha tenido que levantarse de varias enfermedades desde muy joven (Lupus Eritematoso Sistémico y sus varias complicaciones); cambié de carrera y decidí estudiar filosofía (con la incertidumbre que esto implicaba); encontré en mi esposo la posibilidad de amar y ser amada (a pesar de todo), y con todo este historial, al día de hoy, decidí que apostarle a una vida simple, vigilante de mis emociones y pensamientos, me ha brindado la posibilidad de seguir adelante (cuando ni siquiera ciertos doctores apostaban por mi recuperación), entendiendo que el día a día se convierte en una oportunidad única para hacer lo que mi capacidad me permite.

Es claro que cuando tomé la decisión de preocuparme por la calidad de mis pensamientos, emociones y lo que ellas significan para mi vida, mi cuerpo y mi salud, tuve los medios para hacerlo, y lo más importante, estaba rodeada de personas que me apoyaban. Cada día hay más y más personas enfermas, sobre todo mujeres y personas jóvenes, que padecen, literalmente, condiciones que les impiden moverse, levantarse, hacer sus rutinas básicas, atender a sus hijos, atender sus trabajos, desencadenando esto en rupturas familiares, complicaciones aún más profundas de salud, depresión, ansiedad, distimia, hasta llegar en muchas ocasiones al suicidio.

El problema no es solo el sistema de salud, el problema también radica en que estas personas no tienen un apoyo emocional o no tienen la posibilidad de encontrar en quién apoyarse en esos momentos tan delicados. Una simple conversación, para empezar, sin juicios, sin culpas, sin pecados; simplemente la posibilidad remota de sentir que hay otras formas de enfrentar esa “realidad” que parece enconada en el cuerpo. No se trata solo de terapias, se trata de apertura, de comprensión y compañía sincera. Y esto lo digo porque esta posibilidad de hacer un proceso de reflexión, de discernimiento, de perdón y entender mi vida de una manera más simple, de la mano de alguien que me guía y me obliga a cuestionarme, me ha permitido encontrar la forma de mejorar las condiciones de salud que ya tengo.

Hoy les quería presentar un poco de dónde viene mi preocupación por estos temas, fundamentalmente de salud mental y corporal. Espero que, en este pequeño espacio de conversación, podamos tratar temas que, si bien están ligados a nuestro “espacio privado”, vale la pena ser hablados en público. Hoy por lo pronto quiero dejarles ciertas consideraciones: las enfermedades, en su mayoría, tienen un relato que no hemos descifrado porque lo callamos con los problemas o tareas del día a día que nos van enmudeciendo. Es fundamental buscar el espacio y las personas que nos puedan ayudar a darle voz a esas preocupaciones que pudren nuestra alma y nuestro cuerpo, sin juicios ni cargas de valor. Ojalá podamos construir ese espacio dentro de nuestro hogar; sin embargo, soy consiente de que cada día las familias se vuelven más extrañas e inquisidoras con respecto a los problemas personales de sus miembros. Pero la tarea es esta, ser conscientes de que en estos temas cada uno tiene efectivamente la posibilidad de hacer algo al respecto y lograr crear un espacio de verdadero bienestar que, en su definición más básica, según la RAE, es el “estado de la persona en el que se le hace sensible el buen funcionamiento de su actividad somática y psíquica”.

Liza Juliana Pineda Q.

lizajuliana@gmail.com

12 comentarios en “En voz alta: Salud y discernimiento”

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