Muchas veces nos hemos preguntado por qué suceden ciertos fenómenos culturales de intolerancia o indiferencia social, sobre todo en ciudades como Cúcuta, donde la característica predominante pareciera ser la falta de un sentido común colectivo, que se refleja en la insensibilidad ante acontecimientos diarios, o la falta de conciencia que permita frenar los contagios en el marco de la pandemia generada por la COVID-19.
Para hablar de esta “enfermedad” colectiva, debemos resaltar que, a lo largo de la historia de nuestra ciudad, los gobernantes poco o nada han hecho por rescatar la cultura que nos hace un mismo pueblo, y para la que debemos ir más allá de expresiones artísticas (danza, teatro, fiestas o carnavales) que, aunque son importantes, no tienen un fondo de patrimonio e historia y no trascienden en la consciencia colectiva para generar identidad.
Por esta razón, hoy vemos que los cucuteños no tenemos en nuestro ADN una sensibilidad por el otro, en la que se le reconozca como una parte de nosotros mismos; esto, al final, empieza a tener consecuencias en resultados sociodemográficos y económicos, que nos afectan a todos sin importar el estrato social. Un ejemplo palpable lo podemos apreciar con la pandemia, poco o nada nos interesan las cifras de contagio, culpamos a los gobernantes nacionales y locales por la situación, sin darnos cuenta de que es el resultado de nuestro comportamiento como ciudadanos.
Y cuando hacemos referencia a que no discrimina estrato, es que este virus sacó a relucir que la falta de cultura no solo es de las clases menos favorecidas, sino algo generalizado en toda la sociedad nortesantandereana, muchos continuamos con nuestras rutinas sociales: reuniones familiares, almuerzos, encuentros deportivos y un sinnúmero de actividades sin tener en cuenta ninguna de las recomendaciones dadas por las entidades de salud; teníamos en el imaginario que era un problema aislado que debía ser resuelto por los gobernantes.
Hoy, el panorama, más que oscuro, nos muestra un reto para generar conciencia de la importancia de cuidarnos a nosotros mismos y al otro; los cucuteños debemos dejar la indiferencia a un lado y encontrar las raíces que nos identifican como una misma comunidad que no solo comparte un espacio geográfico en el planeta, sino que al pensarnos como colectivo podemos salvar la economía, que de por sí ya estaba bastante golpeada antes de la pandemia y hoy cruza una fina línea que podría desbordar en una muy difícil crisis social.
En esta situación adversa podemos encontrar la excusa perfecta para reencontrarnos como ciudadanos, más que señalamientos se requiere de una cultura colectiva que permita reactivar la economía de manera segura y progresiva; por un tiempo suspenderemos abrazos y festividades, pero esto nos permitirá reconocer que nuestra identidad va mucho más allá de una celebración, somos una casta de guerreros que no se da por vencida ante nada y que sabe que de las situaciones más difíciles saca a relucir su identidad (perdida hasta hoy).
Amnesia temporal



