EL PELIGRO DE UN MICRÓFONO EN LAS MANOS EQUIVOCADAS

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“Que peligroso puede ser un micrófono en las manos de un cretino, cuando el tal cretino goza de total impunidad”. Esto es lo que nos advierte con perspicacia el escritor español Alfonso Sastre en su libro ‘La Batalla de los Intelectuales’; y en esto se ha convertido hacer periodismo, al menos en Cúcuta, un peligro para la profesión misma.

Pero antes hay que saber el contexto en el que se encuentra la capital nortesantandereana; según el DANE, la ciudad con mayor informalidad del país es Cúcuta, con un 67%; y no sorprende que, ante semejante cifra, hoy en día cualquiera piense que puede tomar un micrófono para “informar” a la ciudad y a su vez generar ingresos con contratos y pautas para sobrevivir.

La comunicación social, y particularmente el periodismo, es una carrera de mucha competencia, pero, ¿qué pasa cuando los medios de comunicación trabajan por tarifas?

La respuesta es simple, todo se convierte en un juego de nombre, del mejor postor dependerá la noticia y no me refiero a pagos por pauta publicitaria, sino de un precio que es pagado a cambio de desprestigio o difamación, que termina con más mentiras que verdades, y esto se ha dado en complicidad con el cucuteño de a pie que se indigna por todo, pero no cuestiona de fondo los múltiples problemas de la ciudad.

Lo lamentable aquí es que lastimosamente, todas esas verdades a medias las terminan creyendo los ciudadanos. ¿Saben por qué? Porque se supone que los periodistas están bien informados, que sus años de estudios, capacitación continua y experiencia, los hacen dueños de la información, cosa que pocas veces ocurre.

De profesión soy comunicador social, pero el periodismo logró abrirme muchas puertas, aprendiendo de aquellos que llamamos “vieja guardia”, esos que cuestionan y no tragan entero, aquellos que investigan de verdad y hoy después de varios años aprendiendo del oficio, veo con desaliento en lo que de a poco se ha convertido el periodismo de Cúcuta.

Es momento de dejar en claro una pequeña diferencia, no todos los comunicadores sociales son periodistas y no todos los periodistas son reporteros, pero con la llegada del periodismo ciudadano, ‘amateurs’ que son testigos de acontecimientos y hablan sobre ellos en Internet, se ha desdibujado el límite entre el periodista profesional y el mero espectador, quizás estamos en el punto clave para expandir la definición del periodismo y la reportería ciudadana con ayuda de las nuevas tecnologías.

Aquí no se trata de cuestionar la forma como muchos se ganan la vida, pero hay que recordar que la campaña política ya inició, y en Cúcuta se ve y se siente, la contaminación visual es evidente, pues hay vallas, pendones y pasacalles con las fotos de los aspirantes a cargos públicos y las cientos de transmisiones en vivo en redes sociales, espacios en los que aquellos que se supone comparten la misma pasión por informar, dejan de lado sus principios y le entregan el micrófono a cualquiera que tenga cómo pagar un espacio, siendo un peligro para la democracia y olvidando que este oficio debe hacerse para servir a la comunidad, esa misma que en campaña solo es utilizada para conseguir votos.

Bien lo dijo el gran periodista Ryszard Kapuscinski: “Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”. Admito que talento hay de sobra en Cúcuta, he conocido personas que se esfuerzan a diario por aprender y mejorar en el oficio, otro tanto, que empezó de cero y hoy son referentes en el medio.

Pero ciertamente hay mucho trabajo por hacer, infortunadamente lo que se enseña en las universidades está lejos de la realidad que vive la ciudad en materia informativa, donde los medios tradicionales no valoran la calidad de sus trabajadores, donde no hay apoyo para sostenerse y donde el gobierno de turno los usa como caja de resonancia, sencillamente porque se ha convertido en su jefe.

 

Jhorman Leal - Cucuteño, Comunicador social, periodista y presentador- Jefe de Mesa de Asignaciones en Noticias RCN

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